Dame 15: Cuarto de Hora para el mes de Junio
Enrique de Ossó,
el hombre del “todo por Jesús”
En el mes de Junio recordamos dos
acontecimientos significativos para todo teresiano/a: 21 años de la
canonización del Padre Enrique y 138 años de la fundación de la Compañía.
Por eso, Enrique de Ossó, el hombre
del “todo por Jesús”, es quien va a guiarnos en nuestro encuentro personal con “quien
sabemos nos ama”.
Nos preparamos para el encuentro…
Para los encuentros importantes -aquellos
que consideramos valiosos en nuestra vida- nos preparamos atendiendo hasta el
último de los detalles, de modo que todo esté dispuesto para que sea una
experiencia significativa, única y especial.
Encontrarnos con el Señor no puede
ser la excepción. “Dios no ha de forzar nuestra
voluntad; toma lo que le damos; mas no se da a sí del todo hasta que nos damos
del todo", nos recuerda la Santa.
Por tanto, es fundamental
disponernos, crear las condiciones y preparar toda nuestra persona para este “trato
de amistad” con el Señor.
Empecemos buscando un lugar apropiado
para la oración y hagamos silencio exterior e interior. Para esto puede
ayudarnos respirar profundamente un par de veces, pidiendo al Espíritu Santo
que su paz inunde todo nuestro ser. Nos vaciamos de todo aquello que pueda
impedir escuchar al Señor: pensamientos, ideas, prejuicios, sentimientos…
Tomamos conciencia de que no estamos
solos/as -“no estamos huecos/as por dentro”- nos encontramos ante una
Presencia… E invocamos a la Santísima Trinidad pronunciando pausadamente: En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Pedimos al Señor que nos dé su gracia
para escuchar su voz que resuena en nuestro interior y acoger lo que nos quiere
regalar a través de San Enrique de Ossó.
Para el momento orante…
Nuestra oración la haremos ayudados
por algunos párrafos extraídos de la homilía de San Juan Pablo II al declarar
santo al Padre Enrique el 16 de junio de 1993.
Leemos detenidamente el texto, sin
apuros, con serenidad. Dejamos que las palabras del Santo Padre resuenen en
nuestro interior. Podemos subrayar o iluminar aquella frase o idea que resuena
con más fuerza, que nos interpela, que nos confirma en algo, que nos compromete
como teresianos/as…y, a partir de ello, conversamos con el Señor.
“Enrique
de Ossó buscó y encontró la sabiduría;
la prefirió a los cetros, a los tronos y a la riqueza (Sb 7,8).
Desde su juventud, al abandonar la casa paterna, refugiándose en el monasterio
de Montserrat, sintió que Dios le llamaba para hacerle partícipe de su amistad.
Seducido por la luz que no tiene ocaso, encontró “el tesoro inagotable” y lo
dejó todo por poseerlo (Mt 13, 44-46).
Como
“buen soldado de Cristo Jesús” (2Tm 2, 3)
tomó parte en los trabajos del evangelio y encontró fuerzas en la gracia divina
para comunicar a los demás la sabiduría que había recibido. Su vida fue, en
todo momento, contacto íntimo con Jesús, abnegación y sacrificio, generosa
entrega apostólica.
De
la mano de Teresa de Jesús, Enrique de Ossó entiende que el amor a Cristo tiene que ser el centro de su obra. Un amor a Cristo
que cautive y arrebate a los hombres ganándolos para el evangelio. Urgido por
este amor, este ejemplar sacerdote, nacido en Cataluña, dirigirá su acción a
los niños más necesitados, a los jóvenes labradores, a todos los hombres, sin
distinción de edad o condición social; y, muy especialmente, dirigió su
quehacer apostólico a la mujer, consciente de su capacidad para transformar la
sociedad: “El mundo ha sido siempre –decía– lo que le han hecho las mujeres. Un
mundo hecho por vosotras, formadas según el modelo de la Virgen María con las
enseñanzas de Teresa” (Enrique de Ossó y
Cervelló, Escritos, T I, Barcelona, 1976, 207).
Este ardiente deseo de que Jesucristo fuera conocido y amado por todo el mundo
hizo que Enrique de Ossó centrase toda su actividad apostólica en la catequesis
Su
espíritu está marcado por la centralidad de la persona de Jesucristo. “Pensar,
sentir, amar como Cristo Jesús; obrar, conversar y hablar como Él; conformar,
en una palabra, toda nuestra vida con la de Cristo; revestirnos de Cristo Jesús
es nuestra ocupación esencial” (Ibíd., t. III,
Barcelona, 1976, 456). Y junto a Cristo,
profesaba una piedad mariana
entrañable y profunda, así como una admiración por el valor educativo de la
persona y la obra de Santa Teresa de
Jesús.
Es
necesario, pues, una acción evangelizadora que fomente las actitudes cristianas
de mayor autenticidad personal y social, y en la que participen todos los
miembros de las comunidades eclesiales. En esta solemne ceremonia de
canonización del sacerdote Enrique de Ossó, hay que resaltar que la nueva
evangelización a la que estamos llamados ha de tener como primer objetivo el
hacer vida entre los fieles el ideal
de santidad. Una santidad que se manifieste en el testimonio de la
propia fe, en la caridad sin límites, en el amor vivido y ejercido en las
actividades de cada día.”
Para finalizar la oración…
Con gozo en el corazón, damos gracias
al Señor por este momento compartido con Él y por el testimonio de santidad del
Padre Enrique.
Asumimos un compromiso concreto que
nos ayude a seguir el ejemplo del Padre Enrique en la cotidianeidad de la vida
haciéndolo “todo por Jesús”.
Terminamos este encuentro rezando:
Trinidad
Santísima, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
te
adoramos, te bendecimos y te damos gracias
por el
ejemplo admirable que nos diste
en San
Enrique de Ossó.
Haz que
sepamos imitar su vida de fe profunda,
de
firme esperanza y de ardiente caridad.
Y que
movidos como él por un gran amor a la Iglesia,
le
sigamos siempre en su entrega total
a
extender en el mundo tu Reino.
Concédenos
por su intercesión la gracia que te pedimos (…)
a la mayor
honra y gloria tuya. Amén.