CUARTO DE HORA 15 DE SEPTIEMBRE: ENCIENDE LA VIDA



En este momento del caminar hacia el V Centenario del nacimiento de Teresa de Jesús algunos estamos en el principio de curso, otros ya con el año avanzado. Lo importante es que a pesar de las prisas y agobios, de las preocupaciones, los planes y proyectos que traemos entre manos… que nos rondan el corazón y la cabeza… también, es preciso parar, hacer silencio, tomar contacto con nosotros,  Es preciso parar, bajar las barreras… para poder abrirnos a la presencia de Dios que nos habita y nos acompaña, para poder escuchar lo que quiere decirnos, acompasarnos, ponernos en su sintonía…

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Cuenta Eduardo Galeano que un campesino de la costa de Colombia subió a lo alto del cielo y a su vuelta contó que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. “El mundo es eso”, reveló, “un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.
“Arder la vida con ganas” puede ser una preciosa metáfora  de nuestra tarea  en la vida, una invitación a despertar y desarrollar capacidades latentes en nosotros y a adoptar una postura de generatividad y no de estancamiento.
Evangelio según san Mateo:

Dijo Jesús: Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras  buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”  

Mt 5,14-16

 


“El mundo está envejeciendo, y bajo el peso de la guerra, del dolor, y la ingratitud, se extingue la luz de la fe y se ahoga la llama del amor.  El mundo muere, parece helado su corazón…
Más Dios, no quiere que el mundo muera sino que resurja la vida, que brote con fuerza de nuevo. Ha puesto en el seno del mundo gérmenes de vida y restauración. No ha dejado de creer en la posibilidad del corazón de la humanidad.

Bajo las cenizas de la desesperanza, la guerra, el miedo, la injusticia… hay brasas del fuego de Dios esperando un soplo poderoso que las avive, una mano que acerque combustible que prenda la vida.
¿Dónde está esa mano? ¿Dónde ese soplo? ¿Quién renovará esas brasas que se extinguen, hasta arrancarles chispas que recorran la tierra, y enciendan llamas de humanidad, de justicia, de esperanza…? Vosotros sois esa llama, esa mano… Vosotros sois la posibilidad, la esperanza…” 

(Relectura del llamamiento a los jóvenes de Enrique de Ossó)

Pidamos, el saber soplar para avivar la brasas, despojarnos de capas que no nos permiten ver, actuar, bendecir…tenemos que  desaprender modelos, actitudes, convicciones, rutinas instaladas… para volver aprender, para ofrecer la vida, el amor, la gratuidad… ojalá que nuestras defensas estén bajas, que  podamos encontrarnos abiertos y disponibles para desaprender.







 Oramos ahora observando y escuchando la letra de "Desaprender" de Luis Guitarra.





Oración final:

Ojalá que ardamos tanto que quien se acerque a nosotros se encienda.

Bendice mis manos
Señor, bendice mis manos
para que sean delicadas y sepan tomar
sin jamás aprisionar,
que sepan dar sin calcular
y tengan la fuerza de bendecir y consolar.

Señor, bendice mis ojos
para que sepan ver la necesidad
y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra;
que vean detrás de la superficie
para que los demás se sientan felices
por mi modo de mirarles.

Señor, bendice mis oídos
para que sepan oír tu voz
y perciban muy claramente
el grito de los afligidos;
que sepan quedarse sordos
al ruido inútil y la palabrería,
pero no a las voces que llaman
y piden que las oigan y comprendan
aunque turben mi comodidad.

Señor, bendice mi boca
para que dé testimonio de Ti
y no diga nada que hiera o destruya;
que sólo pronuncie palabras que alivian,
que nunca traicione confidencias y secretos,
que consiga despertar sonrisas.

Señor, bendice mi corazón
para que sea templo vivo de tu Espíritu
y sepa dar calor y refugio;
que sea generoso en perdonar y comprender
y aprenda a compartir dolor y alegría
con un gran amor.
Dios mío, que puedas disponer de mí
con todo lo que soy, con todo lo que tengo.
Sabine Naegeli